El “Hammam de Don Juan el Pintor y su esposa Doña Menga” es un grupo medieval que pretende representar fielmente en “Las Bodas de Isabel de Segura”, el ambiente que rodeaba a los baños públicos turolenses del Siglo XIII.



Nuestro punto de partida es precisamente la existencia de unos baños de origen musulmán, que tras la reconquista, Pedro II (1177-1213) donó a perpetuidad a un vecino de Teruel llamado Juan el Pintor casado con Doña Menga.
A los baños acudían todos los ciudadanos de Teruel, ya fueran judíos, moros o cristianos, lo que hace del Hammam un lugar de convivencia pacífica de varias culturas.

Los baños estaban situados en las proximidades de la puerta de Postigo, conforme a una tradición que hacía de las zonas colindantes a la muralla los lugares más propicios para la ubicación de este tipo de instalaciones.


¿QUIÉN ERA DON JUAN EL PINTOR?


Según el profesor Novella, entre los cuatro pintores más antiguos conocidos en Teruel, se encontraba “Juan el Pintor, casado con Menga, que murió antes de 1324, y en su testamento dejó baños, casas y campos”. Para éste autor, “la presencia de cuatro pintores en Teruel durante el primer cuarto del siglo XIV es consecuencia de la realización del artesonado catedralicio”, sin embargo, en nuestra opinión está hipótesis debe ser matizada, ya que sabemos D. Juan vivió, y murió, mucho antes, pues los datos sobre su vida se remontan a 1221.



Escena de la serie de los pintores de la Techumbre de la Catedral de Teruel.


Extraemos de la obra del profesor Novella que Don Juan el Pintor fue uno de los primeros pintores importantes de la villa de Teruel, y así lo demuestra también la concesión realizada por el Rey al mismo.

EL HAMMAM

Para recrear nuestra historia, partimos de la hipótesis de que el baño de D. Juan el Pintor fue, en su origen, un Hammam, y como tal, debió responder a un esquema constante en el que se distinguían dos partes diferenciadas: el baño propiamente dicho compuesto de acceso y evacuatorios, sala tibia, sala caliente y hornos; y los elementos adyacentes, con una estructura arquitectónica diferente.

El baño era la parte húmeda y calurosa del edificio. Para protegerse del agua y para mantener el calor requería instalaciones muy sólidas (muros espesos) e impermeables (suelos de mármol o piedra, paredes de cerámica, tragaluces de cristal espeso, hornos y cañerías, etc.), mientras que los elementos arquitectónicos adyacentes tenían una estructura mucho más endeble. El resultado es que los elementos del baño, más sólidos, se han conservado más y mejor.


Cúpula de Hammam S. XIII


El Hammam, por razón de sus necesidades de agua, se ubicaba en las partes bajas de la villa, para que pudiera acceder a él el agua en abundancia, ya fuera por río o acequia, por pozo, aceña o noria.


Urbanísticamente, se situaba en una calle céntrica, con acceso fácil para las gentes. A veces estaba cerca de una puerta de acceso a la población.

Desde el exterior se distinguía de los demás edificios por sus características bóvedas y cúpulas, con lucernarios de cristal, además de por su elevada chimenea, que desprendía abundante humadera. Existía, por último, una terraza para secar las toallas de baño.

La entrada del Hammam se adornaba con un pórtico, un arco de herradura, falsas columnas laterales ó alfiz de estuco en bajorrelieve.


Antes de entrar en el baño propiamente dicho, se encontraba la sala de estar, que era la más espaciosa del baño, ancha, para albergar a muchas personas tumbadas, y alta de techo, porque necesitaba buena aireación y no requería conservar el vapor. En árabe se la conoce como máslah ó “lugar saludable”, y era el lugar para desvestirse.

El cliente traía ropa limpia, para ponerse después del baño, enseres de baño y a veces toallas. El paso por esta sala de estar era breve y los cristianos no le encontraron justificación, por lo que acabaron suprimiéndola, sin embargo, para los musulmanes era lugar de encuentro social, pues tras cada operación del baño, cubiertos de toallas, se tumbaban y descansaban, relajándose y conversando.

Una vez dentro del baño, compuesto por una estructura de planta simple de tres naves rectangulares en paralelo y bóvedas de cañón, se localizaban varios departamentos:

  • Acceso y evacuatorios: Era una primera sala de gruesos muros para retener el calor y la humedad. Solía ser la más estrecha. Su fin sería de puro tránsito y en ella estaban los evacuatorios, cerrándose con puertas para que no saliesen de las salas ni el calor, ni la humedad ni los olores; eran un lugar de tránsito continuo de los clientes del baño.
  • Wastâni ó Wustá: la sala tibia. La zona más amplia del baño y donde más tiempo permanecían los usuarios. Tenía muchas veces forma alargada, y por su amplitud se cubría con una importante cúpula, con claraboyas pequeñas y cristales gordos empotrados que dejaban pasar la luz, pero no se abrían, conservando el calor.
    A los lados y adosadas a las paredes había una especie de tarimas de piedra o cemento, a unos 25 o 30 cm sobre el nivel del suelo , con un ancho de dos metros, donde se tumbaban los bañistas y recibían masajes por parte de personal especializado, parientes o amigos.
    Además, había una pileta de agua de la que se sacaban los baldes de agua fría que, mezclada con la caliente, se utilizaba para enjabonar a los clientes.
    En algunos baños se habla de pequeñas estancias independientes, destinadas al baño particular de los clientes, en los que había tinas portátiles, que se llevaban a estos cuartos llenándose y vaciándose con ayuda de cubos de madera.

  • Bait as-sajûn: sala del calor. La más interior del baño. Su elemento básico era una piscina con agua caliente, de menos de un metro de profundidad, con un chorro de agua hirviendo que desprendía vapor y en la que se sumergían varias personas a la vez. Los bañistas se sentaban en sus bordes o en un banco corrido.

USOS, COSTUMBRES Y NORMAS DE UTILIZACIÓN.

Aunque ya en el S. XIII el Baño era utilizado por los Cristianos, desde siempre, la finalidad principal de los mismos había sido la religiosa (tanto para los judíos como, sobretodo, para los musulmanes), ya que allí se hacía la purificación mayor de ablución o limpieza de todo el cuerpo, sin la cual no se podían efectuar las oraciones diarias, lo que explica su gran difusión en la sociedad medieval.

Ante la falta de agua corriente y baños confortables en las casas, los creyentes acudían al hammam, a modo de una moderna sauna nórdica. Con agua limpia lavaban su cuerpo y, de forma simbólica, también purificaban su alma, enjuagándose y frotándose manos, boca, nariz, rostro, antebrazos, cabeza, orejas y pies, lo que simbolizaba la purificación de los sentidos y de los actos que realizaban cada día.

En íntima relación con lo anterior, estaba la finalidad higiénico-medicinal, perseguida por todos los usuarios sin distinción, los cuales, además de limpiar la piel, buscaban eliminar toxinas a través de la sudoración con el vapor caliente. Podemos incluso decir que los Baños medievales eran auténticos salones de belleza, en los que se daban masajes y se aplicaban aceites hidratantes de almendras, rosas, jazmín y narciso, los cabellos se cuidaban con hojas de añil y henna, y los dientes se lavaban con un dentrífico a base de raíz de nogal, clavo y cilantro. También existían sofisticados tratamientos de limpieza para el cutis y depilatorios.



Por último, aunque no menos importante, el Hammam era un importante lugar social en la villa utilizado para reuniones políticas y sociales. Un espacio de encuentro, donde desaparecía el concepto de clase y de diferencia social y un lugar para la recreación y el descanso, donde se desarrollaban los contactos sociales entre los vecinos del barrio.

Según las costumbres islámicas, las mujeres y los hombres acudían por turnos de mañana o tarde, nunca mezclados, ya que en estos placeres del baño no figuraba la promiscuidad sexual, como pudiera ser en baños preislámicos y que desataba la imaginación de los cristianos. Los hombres comenzaban a ir al baño hacia los 4 ó 6 años, antes de su circuncisión; era el informal sitio para las discusiones del trabajo. Las mujeres se reunían para preparar fiestas y especialmente matrimonios, charlar, cambiar sus ideas sobre las tareas de la casa y educar a sus hijos pequeños en la higiene y otros elementos de la vida social.

Tras la Reconquista, éstas costumbres apenas cambiaron, sin embargo, con la nueva situación de convivencia cultural y dada su importancia como servicio público al que podían acceder todos los ciudadanos, su funcionamiento fue regulado en el mismo Fuero de Teruel otorgado por Alfonso II en octubre de 1177.

EL HAMMAM EN EL FUERO DE TERUEL (1177).


Bajo el epígrafe “De Balneis”, el Fuero de Teruel regulaba de forma exhaustiva la actividad de Balneario, codificando aspectos que iban desde los días de utilización hasta los castigos por robo o mal uso, pasando por el precio del servicio. Procedemos a transcribir la traducción literal al castellano del mismo, comentando las particularidades más destacadas:

“A continuación se ha de hablar del baño. Los hombres vayan también al baño público el martes, jueves y sábado, según fuero. Pero las mujeres vayan igualmente el baño antedicho el lunes y el miércoles. Pero los judíos o moros vayan el viernes y no otro día de ningún modo. Pero el domingo no caliente el baño con motivo de la reverencia a la Resurrección del Señor.”

Según este primer párrafo el horario semanal quedaría configurado de la siguiente forma:

  • LUNES: Mujeres
  • MARTES: Hombres
  • MIERCOLES: Mujeres
  • JUEVES: Hombres
  • VIERNES: Judíos y Moros
  • SABADO: Hombres
  • DOMINGO: Cerrado

Este calendario era de estricto cumplimiento:

“Pero si el bañero calienta el baño en domingo, peche treinta sueldos al almotacén y al demandante, y el juez y los alcaldes perciban de derecho la tercera parte de esto, si es probado según fuero. Además, si los judíos o moros se bañan otro día que no sea viernes, cualquiera de aquellos bañistas peche treinta sueldos al juez, a los alcaldes y al almotacén por terceras partes con el demandante, si es probado según fuero. Además, si un hombre entra en el baño o en alguna casa de baño los días que correspondan a las mujeres, peche treinta sueldos, si se le prueba, o jure solo el que sea acusado y sea creído. Además, toda mujer que en los días que correspondan a los varones entre en el baño, como se ha dicho, peche treinta sueldos o tenga la sentencia de los hombres que se ha juzgado más arriba. Y toda esta multa, como se ha dicho más arriba, sea dividida y el almotacén pignore por ésta, según fuero.”

A continuación el Fuero indica que el precio a pagar por el baño será de una meaja, moneda de vellón equivalente a la trigésimo sexta parte de un sueldo, excepto para los niños y sirvientes, que será gratuito en todos los casos bajo pena de multa:

“Mando también que cualquiera que quiera bañarse, sea varón o mujer, dé sólo una meaja por el uso del baño con arreglo al fuero. Sin embargo, los sirvientes, tanto de los hombres como de las mujeres, y todos los niños no paguen nada, según fuero. Pero si el bañero no quiere que un criado o criada, que vayan con sus amos, o algún niño o niña, se bañen sin pagar, o percibe de alguien dinero y se le prueba, peche cinco sueldos al almotacén y también al demandante.”

Sigue el fuero instituyendo la obligación del dueño de suministrar todos los enseres necesarios para el baño bajo pena de multa:

“El dueño del baño suministre también con abundancia a los bañistas todas las cosas que les sean necesarias y que son precisas al baño, como agua y cosas de este tipo, según fuero. Y si no quiere hacerlo y se le prueba, peche cinco sueldos al almotacén y al demandante.”

Por último, el Fuero establece las penas para casos de robo en las instalaciones, incluyendo el caso de robo o violación a prostitutas, peculiar por la desprotección jurídica que padecían las “mujeres públicas” en el siglo XIII:

“Pero el que robe alguna de las cosas que se usen en el baño o de los bañistas que valga hasta veinte sueldos, pierda las orejas; desde veinte para arriba, sea azotado y pierda las orejas, si se la prueba según fuero. Si el hurto es menor de veinte sueldos, páguelo como el fuero establece de otro hurto, pero si es declarado culpable como es fuero; pero si no, por todas estas cosas el acusado jure solo y sea creído. Mando también que cualquiera que robe o quite los vestidos a una mujer que se bañe, peche trescientos sueldos, si se le prueba , y enmiende el daño según fuero; pero si no, jure con doce vecinos, como el fuero establece, y sea creído. Pero si alguno de aquellos no basta, peche la multa sentenciada más arriba, con excepción de la mujer pública que no tiene multa según fuero. Sin embargo, si alguien viola o injuria a una mujer pública, o le quita los vestidos, nada pague. Pero se debe saber que mujer pública es aquélla que con cinco hombres o más es probada o declarada culpable. Porque a una mujer tal no conviene dar satisfacción jurídica.”


NUESTRO GRUPO


Fotos Hammam 2007

MEDIEVALES 2008



El Hammam está formado por 33 socios de entre 25 y 35 años, turolenses y de otros lugares de España y se ubica durante las Bodas de Isabel en la Plaza de San Juan.

El grupo comenzó su andadura en 2007, consiguiendo en esa edición el premio "Defensor de Tirwal" en la categoría "Mejor Haima y Ambientación". Además, ese mismo año optó al premio a la "Mejor memoria", que finalmente fue a recaer en otro de los grupos.

Además, en el segundo año de participación en las Bodas, el grupo ha participado en varias actividades organizadas por otros grupos, como el Tiro de Soga, y pretende ser parte activa de la fiesta en próximas ediciones.


En 2008 pretende convertirse en Asociación Cultural y desarrollar actividades relacionadas con la historia de Teruel.

Os invitamos a todos a visitar nuestra haima y conocer de cerca nuestra historia.